Y vuelve el sol a Bogotá, luego de soberanos aguaceros. Claro que para personas que viven en zonas desérticas, el agua resulta una bendición. Para mi compañero, amigo y pareja, no reprocha nada a la lluvia, le resulta encantadora y demasiado necesaria. Debo reconocer que sin sus efectos tendríamos un paisaje menos verde y frondoso, como el que luce Bogotá. Definitivamente es una ciudad muy bella con sus edificios en ladrillos y sus montañas. Contraste hermoso entre el verde y el rojo. Viste mucho a esta metrópolis, que a pesar del caos que la habita, nos entrega su esplendor. Siempre me gusta volver a mi lugar de nacimiento. Me ancla a la raíz y me hace sentir feliz. Me salió en verso!!! Representa la poesía que sé verle a mi capital. Primordial en mi devenir de mujer cosmopólita.